Los ingresos con los que cuenta el «Principado» a la hora de hacer frente a las necesidades de los asturianos proceden, en un 80%, de la financiación autonómica: más de 3.000 millones que penden del hilo de la reforma de la financiación autonómica, planteada en clave demográfica
Asturies, con poco más del millón de habitantes, pierde una docena larga de pueblos al año. 269 parroquias cuentan con menos de 10 habitantes por km cuadrado y 50 no tienen en censo a nadie menor de 15 años. Las políticas centralistas llevan a Asturies al anunciado genocidio.
Lejos de anunciar medidas para facilitar vida en los pueblos, crear empleo y frenar la despoblación, el ejecutivo asturiano se lamenta del alto coste de garantizar la asistencia social y los servicios básicos en puntos alejados, apuntando a la reducción territorial de su ámbito de acción, que les facilite el trabajo y convierta definitivamente a más de media Asturies en un desierto. Una política que, sin duda, permite un mejor reparto de dinero entre camaradas, pero que, obviando la calamidad humana que implica, tiene como consecuencia económica a medio plazo un drástico recorte de los ingresos previsibles.
La inminente reforma del modelo de financiación autonómica, en el momento que dependen más de 3.000 millones de euros anuales -8 de cada diez euros invertidos en Asturies- vendrá determinada por la presión de las provincias más pobladas y con mayor representación política- del estado (Madrid, Valencia, Andalucía…) que querrán imponer a su favor el criterio cuasi exclusivo del número de habitantes para el reparto de los fondos.
La escasa fuerza de Asturies a la hora de ejercer presión para que se tenga en cuenta criterios como el envejecimiento y la dispersión de la población hace que se dependa de que otros territorios en semejantes circustancias (como Galicia o Aragón) hagan por inclinar balanza en ese sentido.
Todo ello en un escenario en el que Asturies, que recientemente ha perdido el derecho a otro diputado, no cuenta con ningún representante parlamentario que los priorice los intereses asturianos por encima de las directrices madrileñas. Mal pinta.
Llucía F. Marqués
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