Gente sin casa y casas sin gente, ese es el resumen de la situación habitacional de un país que, al tiempo que se vacía, permite que su población sin techo crezca año tras año
El último censo de vivienda de Asturies recoge un total de 613.905 lugares en condiciones de habitabilidad, da las que cerca de 83.000 se encuentran vacías. Uviéu es el concejo con más pisos vacíos, más de 18.000, seguido de Xixón, que suma cerca de 17.000 y Avilés con más de 4.000. Estos números no incluyen los pisos dedicados al turismo esporádico ni las segundas viviendas que pasan vacías buena parte el año. Al mismo tiempo, el número de personas que viven en infraviviendas o en la calle continúa creciendo, aunque es difícil contar con datos exactos, no solo porque las personas que viven en estas condiciones prefieren no hacerse notar, sino porque las administraciones no llevan un recuento oficial de estas situaciones. Los datos más aproximados provienen de los centros de atención a personas sin hogar, que atienden a un 98% más que hace 15 años, pero nadie contabiliza a todas las personas que viven en casas en ruinas, menos todavía si viven en pueblos.
El concejo con datos más fiables en ese sentido es Xixón, donde entidades no gubernamentales, como Mar de Niebla, llevan un recuento aproximado de las personas en situaciones extremas. En el concejo playo se cuenten cerca de 440 personas sin hogar -recordemos, hablamos del concejo de las 17.000 viviendas vacías- de las que se sabe de 64 que viven en infraviviendas.
Este último dato no es fácil calcular, porque quienes viven en este tipo de alojamientos, que no reunen ni remotamente las condiciones mínimas para una vida digna, procuran no ser localizados para no un ser expulsados de las ruinas, coches, trasteros, bajos o chabolas que habitan; los hay incluso que pagan alquileres por estas viviendas, con tal de no vivir a la intemperie, o que alquilan habitaciones compartidas en casas donde se amontonan hasta veinte personas.
El perfil mayoritario es de varón de mediana edad que queda en la calle tras perder su trabajo y que, en el mejor de los casos -sin vivienda no es fácil empadronarse, y sin padrón no se accede a la mayoría de las ayudas- cobra el salario social, 448 euros, que hacen difícil pagar un alquiler y comer. Las familias con menores tienen prioridad a la hora de acceder a viviendas protegidas, pero tampoco estas alcancen a cumplir la demanda y también se encuentra este perfil entre los sin hogar.
Es un círculo vicioso del que es complicado salir: sin domicilio reconocido no es fácil ser admitido en un trabajo y sin ingresos fijos es casi imposible conseguir un alquiler. Al tiempo, las condiciones de vida van minando la salud física y mental, complicando progresivamente la salida.
Llucía F. Marqués
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