Son más de las 6 de la tarde, pero tengo disculpa para publicar tan tarde este artículo, como vereis sigún vaigais leyendo; la logística se complica cuando los medios de producción son limitados y la demanda de los mismos se triplica
7’30 de la mañána. Suena la alarma. Da gusto lo descansada que despierta una después de un día entero en casa. Bueno, no pasa nada, puedo permitirme un ratito más antes de levantarme.
8’30 vale, ya no hay desculpa, hora de despertar. Primer café de la mañana y primera sorpresa. La calle suena como un día de escuela. Quiero decir, que hay coches y voces de chiquillos y ruedas de mochilas rodando por la acera. Reviso el teléfono, por si mientras dormía habían cambiado las circunstancias, pero aparentemente no, seguimos confinados y los menores, muy especialmente, no pueden salir de casa.
Asomada a la ventana, café en mano, la primer madre con la que cruzo la vista me cercena con la mirada, antes de bajar la cabeza con gesto entre culpable y desafiante. La segunda esconde el hocico en una bufanda a todas luces innecesaria y tira de la manga de un niño de no más de 10 años al que dirige, en dirección opuesta al cole, a un destino incierto. La tercera es conocida.
– Creí que no había cole -acerté a comentar.
– Y no lo hay, lo que hay es trabajo. -a estas alturas conviene explicar que vivo en un entresuelo, lo que me da la ventaja de conversar con los transeuntes desde una distancia de seguridad de casi dos metros- lo llevo con los abuelos, a ver sino que esperan que haga con él.
Y asimismo tira para adelante.
Mal asunto.
10: 00 – Hecho parte de mi trabajo, despierto a los niños. Lo hago empujada por el montón de mensajes educativos que recibo por diversos medios, justo es destacar el esfuerzo de los docentes. Comienza el homeschooling.
Buceando entre los 17 mails que recibo yo y los otros 6 que los reciben los mayores encontramos un mensaje de ánimo del director, cinco resúmenes con instruciones de las respectivas tutoras, una nota a través del tokkapp por cada profesor del instituti anumando a los alumnos a mirar, en su cuenta privada de educastur, la respectiva tarea del día, dos mensajes de la profe del pequeño tratando de mandar los deberes, doscientos mensajes ofendidos de wasap de mamás que no han recibido el pdf y un tercer mail con, por fin, el archivo adjunto. El profesor de Literacy (forma guai de llamar a la asignatura de inglés) informa de que mandará otro mail a lo largo la mañana, con pistas sobre como hacer el ejercicio cinco.
No somos ricos, pese a lo que pueda parecer, así que contamos con un único ordenador -portatil- para hacer los deberes telemáticos de 3 colegiales y el teletrabajo de la madre (ya indiqué que iba a quedar justificado el retraso de este artículo). La cosa está complicada.
11:00 – Por fin conseguimos organizar turnos, entresacar deberes de toda la mensajería y repartir espacios.
Al pequeño le mandan estudiar varios temas que no un han visto en clase, hacer esquemas y ejercicios más un total de siete trabajos de investigación con power point y mural para estos cinco dias. Entendedme, no hay nadie más fan de los trabajos de investigación que yo, pero complican un huevo el reparto de ordenador, y los murales… no se me ocurrió incluir siete cartulinas en la lista de compras de supervivencia… Inmediatamente vuelve a hervir el wasap.
Entre todas las madres decidimos que se puede escoger entre tres opciones: comprar el material por internet y que nos lo traigan a domicilio, porque las librerias están cerradas al no ser de primera necesidad, fabricar cartulina reciclando papel con unos tutoriales muy entretenidos y una batidora o entregar los murales en papel higiénico. Posponemos la decisión al dia siguiente.
A la mediana se le ha quedado media maleta en la taquilla del insti, igual que la libreta donde apunta las claves de educastur, sin las que no puede acceder a los deberes ni a los enlaces de la plataforma informática con la que trabajan. El jueves no sabian que ibamos a estar encerrados, así que no los ha traído, y el viernes nos indicaron que fueramos el lunes a buscarlos, pero hoy está cerrado. Conseguimos parte de los deberes a base de llamar a compañeros y contactamos con un profesor que se ha comprometido a enviar las claves; 6 horas después seguimos esperando.
Al mayor, entre otras muchas cosas, le mandan un trabajo de diseño con un programa que no tengo. Para cuando conseguimos donde descargarlo, no cabe en el ordenador y debo liberar espacio a base de pasar a lápices de memoria mis archivos. mientras tanto, el le explica al pequeño las lecciones y la cosa va avanzando. Menos mal que tengo apoyo logístico.
14:30 – Damos por finalizada la jornada escolar, a falta de las manualidaes y de conseguir las claves para hacer deberes que van por internet.
No puedo dejar de pensar en las familias sin ordenador, o sin internet, o sin mamás y hermanos mayores que puedan explicar las lecciones, los que tienen a los pas trabajando o, en síntesis, los niños que por uno o por otro no cuenten con quien les guíe por este laberinto.
Lo comento con una amiga-por teléfono, nadie se alarme, no he roto el aislamiento- que tiene los chiquillos estudiando en un privado.
– Vaya mañanita, eh, con el homeschooling.
– Bah, no ha sido para tanto. Han seguido las clases en la tablet del colegio y para hacer deberes tienen contacto con el tutor hasta las cinco. Ni me he enterado de que estaban en casa.
Es que la educación pública es lo mejor que hay ¿eh? igualito que en la privada.
P.D. 18:50. Sigo intentando subir el artículo. Se me olvidó comentar, las redes están saturada y internet va a cuentagotas. Yupi.
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