Reflexiones en torno a la tasa de pobreza

  • 16 octubre, 2020

 

Me gustaría alejar a Barbón y compañía de su juegos de rol y besamanos monárquicos para mostrarles cual es el significado real de los números con los que juegan, qué implica pertenecer a los casi 252.000 asturianos que malviven en el país. Los invito a dar un paseo por Asturies
Llucía F. Marqués
Ayer vi a un hombre sacar una mascarilla de la papelera y ponérsela a su hijo. Hoy leo en la prensa que a finales del 2019 casi uno de cada cuatro asturianos, 251.863, 73.000 más que en 2017, vivían en lo que viene ser miseria. Estos son datos de antes del confinamiento, los Eres, despidos y cierres. No cuesta mucho imaginar que la cifra medraría un buen cacho en este fantástico 2020, pero da igual, me quedaré con esos datos.
El X Informe de seguimiento del indicador de riesgo de pobreza y exclusión social en Asturies (2008-2019), presentado ayer en la Junta General, es sencillamente demoledor. Asturies recoge el peor dato por desempleo del Estado en la última década, y ayer mismo decían que estamos por perder otro 35% de los puestos de trabajo. La tasa de pobreza ha crecido un 57% solo en 2019, siendo un 171% peor que en el 2008 y ubicándose en la segunda por la cola, con nada más Andalucía en peor situación.

Como de costumbre, los más afectados son las mujeres, las familias monomarentales, los menores y las personas con discapacidad, ello es, los más vulnerables, duplicándose la tasa de pobreza en los núcleos familiares con un solo adulto a cargo.

En la infancia precisamente quiero centrarme. Hablamos, tirando muy por el bajo, de un niño sin recursos de ca 4. Suponiendo, que es mucho suponer, que se repartan por igual entre la escuela pública y la privada, tenemos 5 en cada clase de primaria (2 o 3 en las de secundaria, con la nueva ratio de 10).

Cinco chiquillos por clase que no tienen siquiera para asegurarse una alimentación decente, que tendrán difícil comprar ropa o calzado y serán, por tanto, blanco preferente de acosadores y abusones que no soñarán siquiera con clases particulares que, si son de secundaria, no podrán ir, literalmente, a la mitad virtual de las clases. Cinco menores, que además, tienen muchas posibilidades de pasar muchas horas a solas, porque en Asturies la pobreza va normalmente acompañada de trabajos precarios, y que tampoco tendrán el mejor ambiente para estudiar, porque reconozcámoslo, la angustia de no saber de que vivir no genera precisamente alegría. Niños y niñas que suspenderán, porque los profesores no preguntan si han podido hacer los trabajos, si alguien en casa les ha ayudado a instalar los programas y a descargar libros virtuales o si tenían como se conectar al “Teams”; bajan puntos y punto.

Familias para quienes la mascarilla será lavable al infinito, que recoserán la goma cuando rompa o las cogerán con disimulo de la basura y rellenarán los botes de hidroalcohol con una solución al 80% de agua, porque en la vida real hay preocupaciones mayores que un teórico posible contagio.

Mientras tanto, Adrián Barbón seguirá viviendo en un mundo paralelo, dedicado a los juegos de rol y a los cuentos de princesas. En su universo la única tribulación es cumplir protocolos y se diría que las mascarillas (quirúrgicas y homologadas, por supuesto) son gratis, lo mismo que el hidrogel. En la Asturies imaginaria de su juego, los transportes abarrotados son una quimera y las pequeñas empresas sobreviven, en grupitos de 6 en 6 separados metro y medio, sin que el ambiente de tensión y temor inducido afecte a los ingresos. La pobreza, la creciente brecha social, la precariedad y la angustia del día a día, no existen para este hombre, todo queda arreglado con buenas fotos y palabras tan grandonas como estériles

Me complacería sacarlo de su burbuja e invitarlo a dar un paseo por Asturies.

Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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