Las últimas medidas comunicadas por el gobierno a los docentes incluyen la permanencia en los centros educativos el tiempo exclusivamente necesario para dar las clases presenciales, una reivindicación que deja a cientos de profesores vagando por las calles entre una hora lectiva y otra
La mayoría de los docentes, especialmente en secundaria, no dan seguidas todas sus horas, si no que las clases presenciales se alternan con reuniones de departamento, claustros, tiempo para preparar materias y otras funciones que ahora realizarán telemáticamente en horario de tardes. Si la medida de limitar la estancia de los profesores en el centro se hubiera aplicado desde principio de curso, como demandaban los sindicatos, se habrían planteado los horarios de manera que se minimizaran los tiempos muertos. Como de costumbre, la medida llega tarde y origina horas de huecos entre clase y clase.
Un profesor tendrá, por ejemplo, clase los lunes de 8 a 8:45, una hora libre, de nuevo clase de 9:30 a 10:15 y de 10:15 a 11:00 y de nuevo libre hasta última hora, variando los horarios cada día de la semana. Con el protocolo recién implantado tendrá que realizar varios viajes de ida y vuelta, si tiene la poco frecuente suerte de vivir cerca del centro donde imparte materia o, en la mayoría de los casos, permanecer en los alrededores del mismo, pero no dentro.
El primer día con este nuevo sistema los profesores han recibido con cierta incredulidad la noticia de que tenían que salir del centro en sus horas «libres» y realizar esas tareas en horario no lectivo, de tardes. Con cierta resignación han salido a dar un paseo, se han tomado varios cafés y han vuelto al centro. A partir de hoy la cosa se complica: no habrá cafeterías abiertas, así que las opciones se limitan bastante. Esperemos que no llueva.
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