El PP presenta ante el Congreso una iniciativa para que se pronuncie contra de la reconocimiento del asturiano como lengua oficial y el Arzobispado rehúsa involucrase en la presentación de la versión en asturiano de La Biblia
Empieza a verse la luz al final del túnel lingüístico. Los gobiernos asturiano y español, presionados por un pueblo que no se ha rendido en décadas de lucha por el derecho a hablar y por una Unión Europea que reclama respeto a las lenguas minorizadas, van avanzando posiciones, aunque sea a pasitos de hormiga. Partidos históricamente antiasturianos, que han hecho todo lo posible por reprimir, castigar y ahogar el asturiano, como es el caso del PSOE, ya no se permiten posiciones tan claramente hostiles, e incluso sacan rédito político de un aparente cambio de bando, mientras siguen nadando entre dos aguas.
La España más profunda, católica e intransigente, en cambio, se siente amenazada y enseña la dentadura. VOX obstaculiza -en la medida que puede- la utilización del asturiano en la Junta, la Consejería de Educación retira validez a las titulaciones de asturiano y ahora el PP presenta en el Congreso una iniciativa con la que pretende que la Cámara Baja muestre su rechazo a la declaración del asturiano como idioma oficial en Asturies. Lo hacen, por cierto, alegando que «el castellano es la lengua mayoritaria de Asturies», reconociendo tácitamente con ello la legitimidad de la lengua asturiana y reduciendo la cuestión a una falacia basada en la proporción de asturfalantes.
La iglesia no podía quedarse atrás y el arzobispado rehúsa acudir a la presentación de la traducción de la Biblia al asturiano, que ha tenido lugar esta semana en el Real Instituto de Estudios Asturianos y en la que hubo otras ausencias significativas, como la de los representantes del Ayuntamiento de Uviéu y de la Universidad de Uviéu.
Llucía F. Marqués
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