Después de derrochar tres años de legislatura Adrián Barbón tiene un plazo cortísimo para cumplir su promesa y oficializar el asturiano con los mismos derechos que el resto de lenguas del Estado
En la mañana del sábado 16 de octubre los asturianos respaldaron masivamente la oficialidad de su lengua. ¿Cómo podría ser de otro modo? se trataba de exigir para si mismos y de una por todas un derecho básico, solo negado a lo largo la historia por el invasor en los países invadidos como señal máxima de dominación, el derecho al propio idioma.
Casi cincuenta años separen esta manifestación de las primeras reivindicaciones populares en las que Conceyu Bable reclamaba los derechos lingüísticos. Desde que entonces no ha habido un año que no hubiera, sino uno, dos o tres actos multitudinarios y varias campañas -en general protagonizadas por grupos nacionalistas- en favor de la oficialidad del asturiano.
En cambio, nadie pone en tela juicio el hecho de que esta, la de ayer, ha sido una ocasión histórica. ¿Porqué?
En primer lugar, está claro, hay una cuestión de número: se habla de más de 30.000 personas, tan solo una vez se rozaron esas cifras y fue en el siglo pasado, con lo que entonces se cifró en 25.000 asturianos en las calles. Una hora desde la salida de la cabecera hasta que el último manifestante ha salido de la estación, la calle Uría abarrotada de gente, centenas de músicos, todas las generaciones a una… reconozcámoslo, escalofriante se queda corto.
En segundo y quizás más importante lugar, hay una cuestión de ánimo. Por primera vez en mucho tiempo los asturianos han salido victoriosos, sonrientes, convencidos. No furiosos, defendiendo lo suyo, sabedores del mundo en contra, ni cabizbajos, resignados a una procesión vacía y repetida. Diría que la sonrisa, más que el número, es lo que ha hecho de esta una mani distinta.
Los más de 30.000 asturianos que ayer salieron a la calle estaban convencidos de su triunfo, convencidos de la Oficialidad inmediata, seguros de que el año que viene iban a poder hablar su lengua en todos los ámbitos, estudiar en asturiano, vivir en asturiano. Estaban ciertos de que -parafraseando a Barbón- iban a poder hablar la lengua de sus abuelos, pero también de que -superando el mensaje del presidente en muchas millas- estaban hablando la lengua de sus bisnietos.
Así que no queda otra. Al PSOE le toca pasar con pericia poe encima de 40 años liderando la represión lingüística y obedecer al pueblo asturiano, sin más demora, disculpas ni promesas vacías, aprobar la Oficialidad.
Queda un último escollo, un último escozor ¿No un estará Barbón apurando demasiado los plazos? ¿No lo informaría nadie de que un año es escaso margen para una reforma del calibre que plantea? No quiero ser mal pensada y deducir que está apurando al máximo los plazos de su legislatura, con la ilusión, quizás, de dejar nuevamente el tema en el aire y volver a utilizarlo en las próximas elecciones.
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