Los datos recogidos por Adecco sobre el mercado laboral en Asturies dibujan un escenario pobre en empresas, escaso en contratos y con predominio de los empleos de baja cualificación
Con una media salarial asturiana calculada en 1.634 euros mensuales, podría parecer que a los asturianos no nos va tan mal… pero si miramos el resto de los datos, con alrededor de un 80% de los trabajadores que no llegan a mileuristas, casi la mitad de los parados con más de dos años desempleados, menos de tres empresas por cada 100 habitantes –empresas con una minúscula media de 14 empleados- una tasa de emigración alarmante y miles de familias dependiendo de ayudas sociales para sobrevivir, los datos parecen bastante peores.
Mantenemos, eso si, un envidiable porcentaje de jubilados, como corresponde a una de las regiones más envejecidas de Europa, con una pirámide de población completamente invertida, algo que puede explicar la desigualdad salarial reflejada arriba.
El problema parece tener difícil solución, ya que pese a que en Asturies el nivel de personas con estudios universitarios es históricamente alto, la tasa de empleos cualificados es de un escaso 30,9% y solo 9 de cada cien empleados está siendo formado para mejorar su situación laboral. El resultado es que una persona altamente cualificada tendrá que aceptar un trabajo muy por debajo de su nivel de preparación o directamente irse del país, opción tomada por casi 15.000 asturianos cada año un continuo desangrarse que agrava el problema del envejecimiento poblacional.
Además, la continua fuga de personal con formación afecta también al nivel cultural medio, ya que aunque son muchos los que, teniendo opción a emigrar, priorizan el hecho de vivir en Asturies al de tener un trabajo mejor remunerado (o simplemente, un trabajo), son también abundantes los que deciden quedarse por carecer de la preparación que les brinde una oportunidad laboral en el extranjero..
Curiosamente, en el segundo trimestre de 2017 se ha reducido de manera llamativa la conflictividad laboral. ¿Nos estaremos resignando?
Llucía F. Marqués
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