La aprobación del nuevo Protocolo de regulación de la población del lobo Ibérico, dentro del Parque, ha llevado a sesenta organizaciones ecologistas a firmar un manifiesto para mostrar su rechazo ante lo que consideran “la agonía de los Picos d’Europa”
Este año, el Parque Nacional de los Picos d’Europa cumple 100 años, un aniversario que, como otros que coinciden este año -el decimotercer centenario del inicio del reino de Asturies y el centenario de la basílica de Cuadonga- pasa desapercibido y sin recibir la atención que merece la efeméride.
Sin embargo, lo que no pasa desapercibida es la polémica por la gestión de los lobos en Picos, una cuestión delicada que enfrenta a ganaderos y ecologistas en su percepción de la misma.
El nuevo Protocolo de regulación del lobo Ibérico en los Picos d’Europa añade al establecimiento de porcentajes de animales a matar -independientemente de que se produzcan más o menos daños al ganado- la posibilidad de “controles excepcionales” a añadir a los cupos fijados, quedando a criterio de la Dirección del Parque la interpretación de lo que son daños “intensivos y reiterados”.
Mientras para los autodenominados protectores de la naturaleza este documento pretende validar la eliminación de lobos de un modo automático, permitiendo las batidas -en las que además puedan participar particulares ajenos a las labores de vigilancia y gestión del Parque- como procedimiento de eliminación de ejemplares, para los habitantes de Picos estas declaraciones solo reflejan el desconocimiento de las condiciones de vida y la problemática de la zona.
Un asunto delicado en el que dos poblaciones -la del lobo y la humana- históricamente enfrentadas comparten en el fondo un mismo problema: el abandono, quema y destrucción de su hábitat que los lleva a pelear por unos mismos recursos.
Encontrar el equilibrio entre la necesaria conservación del lobo (más aún dentro de un Parque Nacional, en el que la caza indiscriminada está prohibida por definición) y el imprescindible mantenimiento de una forma de vida milenaria, que no solo es importante como sector económico, sino que también es testigo vivo de nuestra historia, es un reto difícil cuya solución a solución pasa por plantear un plan consensuado de control basado en datos científicos y no en crear alarma social.
A día de hoy, la caza y los controles de población son las herramientas básicas de la “gestión” de los lobos en Asturies, bajo la premisa de que la muerte de lobos reduce las tasas de depredación sobre el ganado y calma la tensión social en los afectados. Sin embargo, los datos reflejan que la caza indiscriminada del lobo no ha terminado con el problema cuando se ha optado por esta solución. La efectividad de esta medida, aplicada en diferentes regiones del globo, tiene “poco efecto, o efectos contrarios, al resultado deseado: mitigar la depredación”. Así lo muestra un informe del Parlamento Europeo (2018) que añade “Solo una matanza fuera de los límites de la ley que, prácticamente, extinguiera la especie sería efectiva para los intereses ganaderos”.
La explicación de esta ineficacia se basa en la biología y en las características reproductivas y territoriales del lobo, que aumentan su fertilidad y reproducción bajo la presión cinegética.
Llucía F. Marqués
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