Javier Cubero
El Black Panther Party (BPP) posiblemente sea uno de los grupos de la nueva izquierda de los años 1960 que más proyección mediática adquirió convirtiéndose en un símbolo con el que revolucionarios de todo el mundo se veían identificados. Sin embargo al igual que sucede con tantas otras temáticas el árbol no deja ver bosque y más allá de la fascinación desde una perspectiva contra-cultural por el Black Power, como un icono transgresor con la abierta ostentación de la posesión de armas en el mismo patio doméstico del Imperio norteamericano, muchas veces no ha emergido la necesaria reflexión alrededor de las panteras negras, de la ruptura del monopolio de la autoridad social en el espacio público que provocaron en la sociedad norteamericana, de su práctica socio-política realizando labores tanta de vanguardia como de retaguardia, o de la interesantísima evolución doctrinal y estratégica de su proyecto nacionalista y anticapitalista.
Así en abierta antítesis con los presupuestos esenciales del materialismo histórico una vuelta más la estetificación ideológica como falsa conciencia de la realidad y el folclorismu como vía de autoafirmación vienen a ocupar el espacio que debería corresponder al debate estratégico y a la activación de dinámicas de acción colectiva con progresión en el tiempo.
Una primera consideración que se ha que realizar desde nuestro particular “aquí y ahora” es que el BPP no fue ni la raíz ni la vanguardia fundadora de ningún movimiento social sino la expresión política más elaborada y más avanzada de un determinado estado de las cosas que se caracterizaba por una población juvenil negra económicamente cada vez más ahogada a la vez que reprimida policialmente en los barrios pobres de Estados Unidos, y que por causa de esas circunstancias inició un proceso de radicalización espontánea con diversos motines y estallidos de violencia callejera (solamente en el año 1967 se han contabilizado unas 123 revueltas). Algo interesante sobre lo que pensar en unos tiempos en los que a veces parecemos empeñados en construir la casa por el tejado.
En la genealogía específica de la lucha afroamericana el BPP viene significar superación de la bipolarización establecida entre el mesianismo etnocéntrico de la Nación del Islam, rupturista en términos nacionales pero muy conservador en otros aspectos, y un movimiento por los derechos civiles que a través de organizaciones como la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP) sobredimensionaba el ámbito jurídico mientras ignoraba las causas estructurales de la opresión racista así como la naturaleza del marco socio-político que permitía su reproducción en la vida cotidiana. La Nación del Islam venía a ser el reflejo invertido de la derecha racista WASP con su concepción de la identidad nacional norteamericana como blanca, anglosajona y protestante. Así frente a una realidad social y un discurso identitario de los cuales se veían explícitamente marginados los militantes de la Nación del Islam planteaban un proyecto identitario basado en una peculiar reelaboración del credo islámico y en el racismo anti-blanco. Pero la Nación del Islam en tanto que estaba fundamentalmente centrada en la superación del auto-odio y en la recuperación del orgullo por la negritud africana derivó en un movimiento de talante más cultural que político proyectando la dignificación del “gueto” en unos términos aislacionistas del conjunto global de las relaciones sociales, es decir, un hipotético final de la contradicción principal (la opresión racista en este contexto) sin plantear la resolución de la cuestión transversal de la contradicción determinante (la explotación capitalista). La NAACP por su parte estaba sumergida en una estrategia legalista que, asumiendo gran parte de los falacias del pensamiento dominante en su versión más “progresista”, renunciaba a cualquier clase de cambio social más allá de la eliminación de las barreras institucionales que impedían la promoción social de los negros más acomodados de tal manera que en ningún momento planteaba el fin de la abolición de la opresión racista en el “gueto” sino solamente la posibilidad de escapar individualmente de él. Con lo que al postular la realización de una “igualdad de oportunidades” en el marco de una sociedad estructuralmente capitalista y racista la NAACP pretendía superar un problema de naturaleza socio-política y colectiva con falsas soluciones individuales de talante jurídico-técnico. Frente a estos dos sectores el BPP rechazó tanto el aislacionismo étnico como la integración individualizada respecto a las relaciones sociales dominantes.
El BPP había sido fundado en octubre de 1966 y su primera actividad fue la creación de patrullas de control policial, que iban dotadas de armas pesadas, cámaras, grabadoras y libros de leyes. Las panteras negras cuando se encontraban con un control policial anunciaban que la legislación permitía a los ciudadanos ser testigos de controles y arrestos policiales. Igualmente también explicaban a les detenidos cuales eran sus derechos. De esta manera los militantes al tratar a los policías de igual a igual causaban un gran impacto devolviendo a muchos el orgullo de ser negros y generando a la vez una red de solidaridades. Así el BPP fue ganándose el respeto y la confianza de una población decepcionada con otros modelos de liderazgo comunitario. Pero el salto cualitativo se consiguió dar en mayo de 1967 cuando un grupo de panteras negras entró armado en una sesión del parlamento estatal de California, entonces se generó tal escándalo que alcanzaron una repercusión mediática en el conjunto de los Estados Unidos multiplicándose las afiliaciones. El partido estaba ejerciendo con éxito una gran atracción entre una juventud negra que sufría diariamente los atropellos y las arbitrariedades de unos policías descaradamente racistas. De hecho en 1969 ya existían unas 40 delegaciones y la militancia ascendía a algunos millares.
En los años siguientes el BPP, que naciera como una organización de autodefensa, fue desarrollándose no únicamente como una fuerza de oposición al Gobierno desde fuera del marco institucional sino principalmente como una alternativa al propio sistema social y político en representación de otro proyecto nacional, el de la etnia afroamericana constituida en poder político a través de la acción colectiva. De hecho la estructura organizativa del partido era la de una especie de Estado embrionario, con sus ministerios, su militancia uniformada y su vocero, el periódico The Black Panther que diariamente trasladaba a militantes y simpatizantes una visión crítica sobre lo que ocurría en sus barrios y en el mundo. Y junto con las Patrulles de Alerta Policial se fueron creando otros programas de trabajo comunitario como el de Desayuno Gratuito para los Niños en colaboración con las iglesias negras. En 1971 ya existía una amplia serie de programas que generaban diversos vínculos de complicidad y apoyo entre el partido y la población negra: Servicio Intercomunal de Noticias, Campaña de Recogida de Firmes para el Control Comunitario de la Policía, Escuelas de Liberación, Clínica Sanitaria y de Investigación Medica Gratuita, Programa Ropa Gratuita, Transporte Gratuito para las Cárceles, Viejos contra un Entorno Inseguro, Fundación para la Investigación de la Drepanocitosis, Programa de Cooperativas de Vivienda Gratuita…
El texto fundamental de las panteras negras, el llamado “Programa de los Diez Puntos”, era un documento ni de carácter revolucionario ni reformista en sí mismo, sino que recogiendo unas reivindicaciones sociales y democráticas muy básicas permitía una gran flexibilidad en su desarrollo y aplicación constituyendo por lo tanto, una plataforma desde la cual trabajar con amplios sectores de la población. Su finalidad no era tanto el dar respuestas como el generar preguntas.
Aunque el partido se definía como marxista, y se exigía que todos los militantes tuvieran y estudiaran el Libro Rojo de Mao, solamente algunos pocos cuadros directivos realmente leyeron los textos clásicos del materialismo histórico. En cambio eran muy pocos los panteras negras que no conocieran los discursos de Malcolm X, que en sus últimos años de vida, después de romper con la Nación del Islam, había reformulado su planteamientos político. La crítica de Malcolm X al movimiento de los derechos civiles, por ejemplo, fue claramente aceptada por el BPP que jamás consideró apoyar o complementar a organizaciones como la NAACP sino desplazarlas y sustituirlas. Otros dos aspectos esenciales del pensamiento de Malcolm X que también recogieron fueron en el nivel metodológico, la autoorganización política de los negros de modo independiente respecto a la izquierda “blanca”, y en el estratégico, la reivindicación de la autodeterminación y de un estado negro. Un pensador que tuvo especial influencia entre los fundadoras del partido fue Frantz Fanon, que en su obra analizaba el papel estructural de la violencia tanto en la perpetuación del régimen colonial como en la emancipación popular e incluso en la misma recuperación de la dignidad humana.
El BPP, en sus breves pero agitados años de existencia, fue marcando distancias con un nacionalismo centrado en el panafricanismo cultural y abriéndose a la unida de acción con otros grupos étnicos, incluidos blancos, a través de iniciativas como el Frente Nacional contra el Fascismo. Así este partido pasó a apostar por el “intercomunalismo” como proyecto de relación equitativa entre las diferentes comunidades étnicas de Estados Unidos. Esta dinámica tuvo como principal expresión la Convención Constituyente Revolucionaria del Pueblo (RPCC) del 4 septiembre de 1970, en la que participaron seis mil personas procedentes de diversas organizaciones de la izquierda radical y de los nuevos movimientos sociales. Pero esta asamblea que supuestamente tenía que marcar un antes y un después en la lucha y coordinación de todos los sectores oprimidos de la sociedad norteamericana resultó ser intensamente caótica, no llegando a construirse ningún proyecto unitario de emancipación colectiva.
Las panteras negras se veían a sí mismos como una prolongación de los movimientos de liberación del Tercer Mundo y progresivamente hicieron del internacionalismo revolucionario una de sus más destacadas señas de identidad realizando por ejemplo una campaña especialmente dura contra la guerra de Vietnam. También establecieron contactos con gobiernos antiimperialistas, e incluso con la protección del estado argelino se crea una embajada en Argel.
La realidad es que esta organización acumuló tanta fuerza social que en 1969 el director del FBI, Edgar Hoover, la definía como “la mayor amenaza a la seguridad interior del país”. De hecho todo el aparato represivo del sistema fue utilizado contra el BPP: su sedes sufrieron tiroteos y asaltos policiales, su estructuras organizativas fueron dinamitadas desde dentro por infiltrados, y sus militantes pagaron su compromiso político con acosos policiales, montajes judiciales, criminalización mediática, y en algunos casos hasta con su asesinato.
Precisamente como consecuencia de la combinación de la presión del FBI y de las luchas personalistas por el control de la dirección política acabaría produciéndose, en 1971, la fragmentación del BPP alrededor de los liderazgos de Newton y Cleaver. Ante la evidencia de una represión cada vuelta más brutal Cleaver desde el exilio, en Argel, consideraba que la única respuesta posible pasaba por la lucha armada mientras que Newton optaba por la participación electoral con el objetivo de entrar en las instituciones. La crisis acabaría resolviéndose en medio de complots y expulsiones con la escisión del partido, desencadenándose un proceso de descomposición que se aceleró cuando en 1972 el Comité Central ordenó a todos los panteras negras cerrar los locales y abandonar los programas de supervivencia comunitaria para concentrar todas las fuerzas posibles en una campaña a la alcaldía de Oakland. Muchos abandonaron entonces la organización y otros lo hicieron después del fracaso electoral.
Concluyendo ya podemos señalar que el éxito del BPP como fenómeno de masas fue debido en buena parte a la convergencia de unas condiciones sociales abiertamente explosivas, la creación de una imagen mediática muy atractiva, el desarrollo de una dinámica de trabajo especialmente intensa, y la realización de una estrategia centrada en la autoorganización de los oprimidos desde abajo y por ellos mismos. Y frente a la tendencia actual a confundir lo que es un movimiento y lo que es una organización, es muy interesante observar de que manera el BPP, evitando vanguardismos autorefenciales, precisamente centraba su labor en la regeneración societaria de la comunidad negra.
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