Figura de significación histórica tanto a nivel continental como estatal, hace 40 años falleció en el exilio y hace 80 rechazó la implantación de la dictadura franquista
La charla fue impartida por el historiador Javier Cubero en Oviedo, en el Club de Prensa Asturiana del diario La Nueva España.
Introducción
Javier de Borbón-Parma (Italia, 1889-Suiza, 1977), fue el titular dinástico del legitimismo carlista entre los años 1936 y 1975, pero también jugo un papel importante durante las dos guerras mundiales.
Era uno de los hijos del segundo matrimonio de Roberto de Borbón-Parma, último Duque reinante en Parma hasta la unificación italiana, e Infante de la Casa Real española, hasta que por su participación en el Ejército legitimista de Carlos VII durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), el Gobierno liberal de Madrid le privó de esa condición como de la ciudadanía española. Por esta razón durante la etapa franquista, el Gobierno como los periódicos afines a Don Juan de Borbón calificarían a Javier de Borbón como un «pretendiente francés».
Realizó estudios militares en la Academia de Artillería de Viena, de Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad Católica de la Sorbona, y de Filosofía y Sagrada Teología en la Universidad Católica de Lovaina. También era ingeniero agrónomo.
Primera Guerra Mundial
Al terminar sus estudios empieza la primera guerra mundial, manifestándose al igual que su primo Jaime III, titular dinástico carlista entre 1909 y 1931, a favor de la República francesa frente al Imperio alemán. Quiso ingresar en el ejército francés pero no fue posible en virtud de una Ley prohibitiva que impedía la entrada a los príncipes de la Casa de Borbón. Ingresaría en el ejército belga, donde ascendería hasta comandante, con título de Estado Mayor. Combatió en los frentes inglés, belga y francés, distinguiéndose en las sangrientas batallas de Verdún y Chemin des Dames, siéndole concedida por su valor la «Croix de Guerre 1914-1918» de la República Francesa.
Testigo de los sufrimientos que ocasionaba el conflicto bélico, y ante la perspectiva de una prolongación indefinida, Javier y su hermano mayor Sixto, responderían al llamamiento del Papa Benedicto XV en pro de la paz. En ese sentido intentarían negociar entre los aliados y Austria una paz separada que obligase a Alemania a finalizar la guerra.
El Gobierno de Viena fue favorable al acuerdo, apoyado por la emperatriz Zita de Austria, hermana de los dos príncipes de Parma, pero una indiscreción de Clemenceau, jefe del gobierno francés, al hablar del proyecto con el ministro italiano Sonnino, supondría su fracaso.
Esta aventura fue reconstruida muchos años más tarde durante la década de 1990 en un episodio de la serie de televisión El Joven Indiana Jones, siendo los actores que representaban el papel de los príncipes Parma los coprotagonistas del episodio. Pero por motivos desconocidos, en la versión en lengua castellana de la Televisión Española, no se mencionan los nombres y apellidos de estos dos príncipes.
Segunda Guerra Mundial
Al iniciarse la segunda guerra mundial en septiembre de 1939 fue movilizado el ejército belga. Al ser invadida Bélgica por las fuerzas del Tercer Reich alemán, Javier de Borbón se incorporaría como comandante de artillería en el Estado Mayor de la IV División, y al producirse el desastre militar aconsejó al rey Leopoldo que marchase a Inglaterra, retirándose él a las líneas de Dunkerque.
Cuando la Italia de Mussolini entró en la guerra, el gobierno fascista le confiscó sus bienes por considerarlo un italiano (por su lugar de nacimiento) al servicio del enemigo. La prensa española publicó la noticia con la finalidad de desacreditarlo.
Después de la victoria alemana sobre Francia se traslada con su familia a San Juan de Luz, donde permanece diez días, y una vez que los ejércitos alemanes llegan allí, marcha a Pau desde donde pensaba ir a Portugal, pero le fue denegado el permiso de paso por territorio español por el gobierno de Franco; solamente fue autorizado el paso a su madre, su hermana Zita y otras señoras de su familia, pero limitado únicamente a tres días. Javier de Borbón se trasladaría a la zona central de Francia, fuera del área de ocupación alemana.
En diciembre de 1940 es requerido por Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, y Pétain, jefe de estado del régimen de Vichy, para que participe en la negociación secreta que se estaba efectuando entre sus respectivos gobiernos; negociación que concluyó en unos pactos conocidos como «los acuerdos Halifax-Chevalier». De común acuerdo fue designado árbitro en la aplicación de tal convenio, gracias al cual los barcos franceses pudieron seguir abasteciendo de alimentos a Francia en este período de escasez.
Sus primeras actividades con la Resistencia consistieron en ocultar en los bosques de su castillo a los jóvenes franceses que huían de los nazis para no ser deportados a Alemania donde trabajaban sin ningún salario en la industria alemana. Más tarde, una vez que los alemanes entraron en la Francia no ocupada, pasó a dirigir la Resistencia en la región de Allier y personalmente mandaba un maquis de ciento veinte partisanos.
En las luchas del verano de 1944, poco después del desembarco aliado en Francia, fue detenido. Era el 22 de julio de 1944. Fue conducido a Vichy donde permaneció un mes en la cárcel de la Gestapo, siendo condenado a muerte acusado de terrorista, comunista y agente inglés.
La demora de la sentencia para dar a su ejecución idéntica forma que la sufrida por un oficial alemán, víctima de otro maquis, permitió la intervención de Pétain, visitado por la esposa de Javier de Borbón, cerca del mando militar alemán para que saliera de la cárcel de la Gestapo y pasara a la jurisdicción ordinaria militar.
De Vichy fue trasladado a la cárcel de Clermont-Ferrand donde fue clasificado como prisionero oficialmente desaparecido siendo marcadas sus vestimentas con las letras NN. Junto con otros prisioneros es conducido al campo de exterminio de Natzweiler situado en Alsacia. Pero la proximidad de las tropas aliadas provocó la evacuación de este campo y su traslado a Dachau.
El tren que los llevaba fue bombardeado y en el incendio fueron quemadas las fichas de los detenidos, con lo cual los alemanes, perdieron por un tiempo su localización. Reconocido en Dachau, fue salvado por el incendio provocado en los ficheros del campo por unos republicanos españoles que también estaban allí.
Fue nuevamente identificado meses más tarde, pero ya en un momento en que a los alemanes les interesaba conservar como rehenes a personalidades importantes. Ante el avance de las fuerzas americanas en Baviera, Dachau fue evacuado, y sería trasladado a Prax en el Tirol, junto a prisioneros importantes de otros campos, como el dirigente socialista León Blum, que en sus memorias al narrar esos momentos lo cita de la siguiente manera: «el Príncipe Javier (…) del que aprenderemos a amar la sencillez perfecta y la bondad (…) que se levantó en armas contra la Gestapo».
El ocho de mayo de 1945 tropas americanas procedentes de Italia consiguieron liberar al grupo de rehenes. La noticia de la liberación será festejada con júbilo por los carlistas, sin embargo en Pamplona tras el acto religioso celebrado en la Catedral hubo una carga de la Policía Armada contra los carlistas, que derivó en un tiroteo mutuo, con nueve policías y tres carlistas heridos, seis (cuatro policías y dos carlistas) de ellos por arma de fuego. Posteriormente hubo 103 carlistas detenidos.
La Guerra Civil en el Estado español
Ante la proximidad de la extinción de la línea original de la Dinastía carlista, su tío Alfonso Carlos I, titular dinástico carlista entre 1931 y 1936, por Real Decreto a 23 de enero de 1936 estableció una Regencia en su persona, sin privación «de su derecho eventual a la Corona».
Por esa razón, tras el fallecimiento de Alfonso Carlos I, el 1 de octubre Javier de Borbón sería investido Príncipe Regente por Manuel Fal Conde, máxima autoridad política del carlismo desde 1934. El mismo día en el que Francisco Franco, en un nuevo golpe de Estado, era proclamado unilateralmente como Jefe del Gobierno por una Junta de Generales. A ese hecho le seguiría el arrinconamiento del carlismo con la prohibición de la Academia de Oficiales de Requetés, con el fin de evitar que el Requeté se constituye como un Ejército paralelo al regular; el Decreto de Militarización de las milicias, con el fin de someter a los requetés al mando militar regular; y el destierro de Manuel Fal Conde, acusado de golpismo por su proyecto de Academia y amenazado con un Consejo de Guerra; dinámica que culmina con el Decreto de Unificación de 19 de abril, mediante el cual se producía la ilegalización del carlismo, así como la expropiación de sus bienes, locales y periódicos.
No mucho después del bombardeo de Gernika, y no mucho antes del decreto por el que se suprimían los conciertos económicos de Bizkaia y Gipuzkoa, en confrontación con la nueva legalidad Javier de Borbón visitaría la Casa de Juntas para jurar los Fueros vascos. Después del bombardeo, antes ante las intenciones falangistas de talar el Árbol foral, éste tuvo que ser protegido por un cinturón de requetés. En el acto de jura, participaría Antonio Arrúe Zarauz, destacado impulsor de la reconstrucción de la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia en los años posteriores. En noviembre Don Javier entra nuevamente en territorio español para declarar expulsados del carlismo a aquellos que colaborasen con el partido único, entrevistándose con Serrano Suñer, al que manifestó que era contrario a que en España se aplicasen los métodos de la Gestapo alemana, y con Francisco Franco, al cual le expresó su oposición a la implantación del fascismo, pues tal régimen era incompatible con los ideales por los que luchaban los voluntarios del Requeté. Esta estancia en territorio español terminaría rápidamente con su expulsión por orden gubernamental e inspiración alemana.
El Carlismo más allá de la guerra: una oposición silenciada
Después de la Guerra Civil los carlistas reconstruyeron su organización política en la clandestinidad y al margen de la legalidad establecida. Durante la Segunda Guerra Mundial fueron favorables a las potencias aliadas frente al Eje nazi-fascista. Esta posición se manifiesta especialmente en tres hechos: la prohibición de que los carlistas ingresasen en la División Azul, lo que supuso el destierro de Fal Conde, vuelto entonces desde Portugal, a la isla de Menorca; la apertura clandestina de oficinas de reclutamiento de requetés para formar unidades que combatiesen en Europa contra Alemania, fueron descubiertas y sus promotores sería detenidos y condenados a largas penas de prisión; actividades de espionaje a favor de Gran Bretaña y la organización de la «Operación Azor», un plan para un nuevo levantamiento armado carlista en caso de que la España franquista entrase en la guerra, de hecho miembros del requeté recibirían instrucción militar en el sur de Francia a cargo de oficiales británicos.
En 1942 en Begoña (Bilbao) se produce un hecho de «terrorismo de estado», en la medida en que la represión no es ejercida formalmente por el Estado, sino por miembros supuestamente «descontrolados» de su aparato político. A la salida de un acto religioso, un comando falangista arrojó dos bombas hiriendo a más de setenta carlistas.
En 1945, tras ser liberado por los Aliados del cautiverio nazi, Javier de Borbón en un “Manifiesto a los españoles”, plantearía que «Los pueblos necesitan implantar sistemas que conjuguen la autoridad en el Poder con los fueros sagrados de la personalidad humana. España no puede sustraerse a esta necesidad de revisión. Necesita cancelar este régimen que compromete su porvenir (…) Que una cosa fue la guerra y otra muy distinta el régimen impuesto», considerando que «el debido orden político» es aquel «que establece que los primeros derechos (…) son los de la Sociedad, y que estos derechos no deben ser otorgados, sino reconocidos», y declarando claramente que el carlismo, «apartado desde su iniciación del régimen que impera en España, señaló a tiempo sus errores. Sus hombres han padecido persecuciones por mantener en alto su bandera, pero han logrado conservar viva y eficiente la organización».
En 1951, visitaría el Monasterio de Montserrat, donde juraría los fueros catalanes. Estaría acompañado por Aureli Maria Escarré, abad del monasterio y opositor al régimen, que tras unas declaraciones antifranquistas al periódico francés Le Monde, sería obligado a exiliarse.
En 1952, presionado por la dirección del carlismo, asumió formalmente los derechos y deberes de la Dinastía carlista respecto a la Corona española. El juramento de los fueros vascos y catalanes, conforme a las normas sucesorias de la Monarquía Tradicional, se haría extensible a los demás naciones históricas.
En 1954, los actos anuales de Montejurra, hasta entonces unos actos religiosos de ámbito exclusivamente navarros en recuerdo de los requetés fallecidos en la Guerra Civil, coincidiendo con la instalación de unas cruces de piedra en el recorrido del Via-Crucis, adquirirán una proyección política a nivel estatal, ya que el Via-Crucis será acompañado desde entonces por un acto político en la cumbre semitolerado por el régimen. En las concentraciones llegarán a participar más de 40.000 personas.
En 1956 envía a su hijo Carlos Hugo al territorio español, con el fin de dinamizar y modernizar el Carlismo. Carlos Hugo hará su primera intervención pública en el Montejurra de 1957 y sufrirá diversas expulsiones.
En el marco del Concilio Vaticano II, que supondrá la apertura de la Iglesia Católica hacia el pluralismo religioso e ideológico de la Modernidad, en un momento de profundos cambios estructurales en la sociedad, adquiere especial intensidad la modernización del carlismo. Las bases obreras y estudiantiles del partido, con el liderazgo de Carlos Hugo, impulsarán entonces una evolución desde el tradicionalismo corporativo y foral hacia un socialismo autogestionario y federal. Cuando finaliza el Concilio Vaticano II, en diciembre de 1965, Javier de Borbón asistió a la sesión de clausura del mismo invitado por el Papa Pablo VI, siendo el único príncipe que sin ser Jefe de Estado estuvo en la tribuna especial reservada a los Jefes de Estado o sus representantes.
En 1965 empiezan a funcionar los Grupos de Acción Carlista (GAC), que realizaran diversos sabotajes y acciones armadas en oposición al franquismo.
Últimos años
En febrero de 1972 concedió plenos poderes a Carlos Hugo para dirigir el Partido Carlista, y en abril de 1975 abdicó sus responsabilidades dinásticas en el mismo con motivo de una reunión de la Junta de Gobierno del partido.
Durante los actos de Montejurra 76, comandos de terroristas fascistas españoles, italianos y argentinos agredieron a la militancia carlista causando dos muertos y numerosos heridos. Semanas más tarde Javier de Borbón presidiría un acto político en Arbonne (Iparralde) en el que demandó que los asesinatos nos quedasen impunes.
Mariano Sánchez-Covisa, conocido ultraderechista de la época, líder de la banda terrorista Guerrilleros de Cristo Rey, relacionado tanto con los hechos de Montejurra 76 como con los de Begoña 42, en una carta publicada en el diario El País, describiría ambos hechos como una lucha contra el separatismo y el comunismo. El discurso franco-juanista existente en la ultraderecha como en las instituciones nunca reconoció la realidad histórica de que, a pesar de la apropiación folclórica de sus símbolos dentro del partido único, era tan fuerte la incompatibilidad programática que el carlismo como tal rechazó el Decreto de Unificación de 1937, y que se reagruparía en la posguerra alrededor de Javier de Borbón como continuador de la Dinastía carlista.
Como el Gobierno de Adolfo Suárez rechazó levantar la orden de expulsión de la Familia Borbón-Parma del territorio español, fallecería en el exilio el 7 de mayo de 1977, coincidiendo con la prohibición gubernamental de los actos de Montejurra 77 y la invasión policial del lugar, un mes antes de las elecciones a Cortes Constituyentes, cuyo 40 aniversario fue recientemente celebrado como las «primeras elecciones democráticas», olvidándose que aquel Gobierno bloqueó la legalización y participación de diversas fuerzas políticas que no renunciaban a la ruptura democrática, como fue el caso del Partido Carlista. Por entonces reflexionaba José María de Zavala, amigo personal de Javier de Borbón y secretario general del partido, en un artículo en el diario El País, que:
El que no se legalicen todos los partidos, sin dar explicación alguna, el que se practique la represión contra la pacífica expresión popular como en los peores momentos de la dictadura, el que se conceda la amnistía con operaciones restrictivas y gota a gota, el que los gobernadores civiles actúen, contradictoriamente y discriminadamente en la autorización o prohibición de mítines o actos políticos y sociales, etcétera, no tiene otra explicación que la existencia de compromisos de clase que limitan el ejercicio de la democracia… o de otros motivos que los carlistas nos resistimos a comprender.
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