Somos el único pueblo que en lugar de honrar, orgullosos, la resistencia heroica de nuestros antepasados ante el invasor, festeja la derrota final.
Así nos va
Llucía F. Marqués
Viajemos 21 siglos atrás en el tiempo. Un pueblo astur pelea para protegerse ante el invasor romano. Un puñado de guerreros sin posibilidades frente a una descomunal máquina de guerra. Aún así, han luchado, han aguantado el cerco, han ganado incluso algunas batallas antes de perder en la última. Con una resistencia parecida nació en Francia el mito de la Galia irreducta y los personajes de Asterix y Obelix.
En Asturies no. La romanización escasa y tardia – que no caló en las costumbres y la cultura asturianos en su momento- entra ahora a saco a hacernos sentir “el pasado romano”(¿?) y olvidar el nuestro. En Carabanzu habrá una boda romana y un Oráculum Zote, donde los visitantes podrán recibir respuestas de los Dioses romanos, juegos infantiles “Ludi Romani”, una demostración de armas romanas de asedio y la recreación de una “Lustratio” o bendición de legiones antes de la “Expugnatio” o asalto final, en el que seremos derrotados. Toda una ceremonia de pleitesía al enemigo que por muy vencedor que fuera, sigue siendo enemigo. Porque nosotros, no lo olvidemos, somos los astures.
Ello no es sino reflejo del sentimiento asturiano de humillación ante el invasor, tenemos tan interiorizada la derrota que la celebramos, incluso dos mil años más tarde. No deja de ser lo mismo que las Ferias de Abril, los vinos españoles o el llamativo hecho de que en la información del Festival de Carabanzu ni siquiera se la respete toponimia asturiana.
Nos quieren vencidos.
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