Los recortes en transporte ferroviario ponen en peligro la continuidad de algunos servicios, agravando el problema del transporte de personas entre distintos puntos del país y perjudicando especialmente a las zonas rurales
Tras la liquidación por sorpresa de FEVE el 1 de enero de 2013, su integración en Renfe y Adif y el reparto de sus aproximadamente mil trabajadores entre ambas compañías públicas se ponía fin a una compañía con medio siglo de vida.
Desde entonces, se ha acelerado la carrera que lleva a los trenes asturianos a una vía muerta por falta de inversión. Tras años de sequía presupuestaria, las necesidades se acumulan y la prometida inversión de Fomento (275 millones) no alcanza para cubrirlas, sobre todo teniendo en cuenta que las actuaciones indicadas parecen beneficiar especialmente al tráfico de mercancías, olvidando nuevamente las líneas “menos rentables”
La despoblación rural y la falta de servicios vuelve a ser la pescadilla que se muerde la cola: a menor población corresponde un descenso de pasajeros: en al menos 50 estaciones asturianas suben menos de diez pasajeros diarios. La priorización del interés económico sobre el social lleva a la supresión/recorte de servicios en esas paradas, lo que aísla aún más a estas poblaciones, fomentando su despoblación. “La idea” denuncian desde Andecha Astur “es privatizar recorridos rentables y hacer desaparecer los que no lo son”
En los últimos años se han recortado servicios indiscriminadamente, desciende peligrosamente el personal ferroviario, se reducen los trenes y se disparan las limitaciones de velocidad por el mal estado de numerosos tramos -en algunos puntos los ferrocarriles circulan a 20 o 30 kilómetros por hora por el desmoronamiento de terraplenes y deterioro de la plataforma-. La vejez de los vagones empieza a preocupar seriamente, en Asturies llegó a estar el 40% del material rodante en el taller sin poder ser reparado, por falta de maquinaria y de personal. En algunos tramos se llega a suspender sobre la marcha la mitad de los viajes y no es de extrañar que la duración de los mismos se vea duplicada por averias en el trayecto.
Con este escenario, la sangría de viajeros parece inevitable y si durante el 2.016 a duras penas se superaron los dos millones de viajeros, -en 2003 se alcanzó el máximo de usuarios (5.146.800)-, el actual ejercicio parece que los datos serán aún más negativos.
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