Llucía F. Marqués
Semana Santa en Asturies. Estrenar primavera en ramos, cantar a grito pelado, pegarates, sidra, Güevos pintos, el bollu, espiches. Sin embargo los medios de desinformación en pleno recogen prácticamente nada más las procesiones religiosas, residuales, arcaicas, más turísticas que sentidas y de raíz forastera
Recién acabada la Semana Santa echo una ojeada a los periódicos de estos días. Las procesiones de encapuchados tienen su lugar en todas las portadas, con palabras altisonantes como “pasión” “tradición” o “fervor”. Sin embargo, para la gran mayoría de los asturianos estas procesiones son completamente desconocidas y si las cruzamos por casualidad, más que fervor, sentimos una mezcla de curiosidad extrañada y estupor ante un cuadro más sevillano que propio.
Otra vez la imposición cultural forastera utiliza todos los medios a su alcance para convencernos de que esas son nuestras raíces, que, en el fondo, somos andaluces.
Pues no, señores, para los asturianos Semana Santa es otra cosa: es abrir toneles para ver como ha salidola sidra este año y compartirla con nuestra gente, es cantar a plena voz, saludar a la primavera con ramos y ropa nueva en uno ritual ancestral que, por mucho que quieran asimilar desde la iglesia, la precede en el tiempo, es unir lazos familiares con bollos y pegarates, pintar huevos en una costumbre que se remontar a los viejos dioses de la fecundidad y la primavera, en síntesis, es alegría, fiesta y luz, lo contrario a lo que nos quieren vender.
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