Subir disfrazados por la carretera y bajar descomunales carrozas por un río dudosamente navegable, reclamando agua y una sopera al ritmo del Chalaneru: una fiesta con toques surrealistas que nada más puede verse en el Nalón
Más de medio siglo desde que a un grupo de chavales que venían de ver el Descenso del Seya les dió por disfrazarse y bajar el Rio Nalón imitando piraguas, con el único propósito de hacer comedia y reirse un poco. Cuarenta y cuatro años desde que el primer grupo de mujeres decidieran que ellas también lo querían pasar bien rio abajo, por mucho que alguno torciera el gesto y las llamara Guxarapones… de hecho, adoptaron ese nombre que aun mantienen.
Poco a poco fueron sumándose gentes de otros pueblos, como Villoria que bajo su primer año un carro del País y que aún sigue participando, o el de Tolivia, con embarcaciones especialmente ambiciosas, y el Descenso del Nalón empezó a ser una fecha ineludible.
Desde entonces todos los años ha habido quien siguiera tradición, aunque algunas ediciones la participación fuese mínima, no como la de este sábado, cuando se espera una participación masiva en la que es la 51 edición de esta peculiar fiesta.
El propósito deportivo es desplazado aquí por el festejero y a menudo también por la crítica divertida de actualidad. Ya no se trata de llegar los primeros para conseguir un trofeo (que había que devolver cada año, era siempre el mismo) sino que los participantes luchan por importantes premios, siendo la Sopera, remedo poleso de la ensaladera de la Copa Davis (y la soperina para la reciella) la más ambicionada,
El jurado no valorará velocidad, sino vestuario, carroza, como llega al final de el recorrido, la animación y el número de participantes, puntuando también la temática asturiana. Sin embargo, para la mayoría de los miles de festejeros que ya estan preparándose para mañana, el premio es el Descenso en si mismo, porque como dicen en el Documental hecho con ocasión del 50 Aniversario, “El descenso no es para velo, es para vivirlo”. Y si llueve, que llueva.
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