En Asturies hay poco más de un trabajador por pensionista, un dato terrible que implica dos de las mayores calamidades que padecemos en el país: el envejecimiento progresivo de la población y la falta de empleo. Lo que no tendría por que implicar es el miedo -y eso es lo que se está vendiendo a la población- de que no haya dinero para pagar pensiones
El alarmismo generalizado sobre la falta de dinero para el pago de las jubilaciones, que a tanta gente empuja a buscar planes privados, y la culpabilización de la «crisis» y la falta de empleo para explicar esta escasez de fondos se basa en una falacia interesada: que el dinero con el que pagar las pensiones de una generación debe proceder exclusivamente de las cotizaciones de las venideras.
Los ahora jubilados asturianos han pagado (quisieran o no) en su día las cotizaciones correspondientes, aportando buenas cantidades de dinero a la «caja común» española. El deficiente sistema de «reparto y caja única» con el que funciona el estado español y su desastrosa gestión permite que ese dinero no esté ahora ahí, disponible para pagar lo que les corresponde.
Trasladando la idea a un plan privado, lo que se está diciendo se parece a que, después de pasar cincuenta años pagando la correspondiente cuota, al cliente se le comunicara que el cobro peligra por falta de nuevos clientes; como si la caja de pensiones del estado fuese una especie de fraude piramidal en el que a falta de nuevos pagadores se desploma el montaje.
Por otro lado, se fomenta la sensación de que Asturies «depende» de otras zonas del estado para hacer frente a los pagos, olvidando que si falta el dinero que han aportado los ahora jubilados es precisamente porque esos fondos han sido utilizados para otros fines y otros lugares. Los pensionistas asturianos no piden caridad: reclaman el derecho a recibir lo que ya han pagado.
El propósito de esta culpabilización es triple: por un lado, crear la idea de que la escasez de las pensiones es inevitable, algo que deriva esclusivamente de la coyuntura actual, llevando a la resignación y a impedir la protesta; por otro, se anima a la privatización de las pensiones, hito final de esta política de miedo y recortes. Sin olvidar que de paso fijamos la idea de una dependencia ficticia del estado español, ocultando el previo desfalco que el mismo ha hecho del dinero de los trabajadores asturianos.
Todo esto no disminuye la gravedad del hecho de que Asturies esté convirtiéndose en un inmenso geriátrico, sin los medios económicos ni medicos para hacer frente las necesidades de un colectivo que va rumbo a las 300.000 personas, más de una cuarta parte de la población.
Llucía F. Marqués
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