Llucía F. Marqués
Llueve en Asturies.
Nada nuevo, todos sabemos que en Asturies llueve, y mucho
Orpina, orbaya, hai muga, llueve, cai un xarabatu, un bastiazu, échenlo a calderaos, xaraza… la abuncancia de términos con la que hemos definido la caída del agua muestra lo habitual de la misma. Por ello siempre hemos estado preparados para la lluvia, con el grano en alto protegido en hórreos, con casas a cuatro aguas, con los edificios lejos de terrenos inundables. Las precauciones pueden y deben tomarse, porque sabemos que en Asturies llueve. Con el paso el tiempo los conocimientos son más, hay arquitectos, geólogos, ingenieros, gente preparada para saber lo que es seguro en caso de lluvia o no. Las cosas pueden hacerse bien.
Entonces es cuando pierde sentido lo ocurrido esta semana. Comunicaciones cortadas, colegios cerrados, imágenes dantescas de vías en el aire y rios por las calles, hospitales y geriátricos vaciados de urgencia ante el agua, cuatro muertos.
Cuatro muertos.
Por la lluvia, en Asturies.
Dos de ellos, por el mal estado de las carreteras, otro, por la falta de control de los rios desbordados y un cuarto por un desprendimiento.
Estas cosas pueden evitarse. Claro que eso implicaría tener en buenas condiciones las carreteras y vias, controlar posibles desprendimientos, contratar expertos, cuidar de que no se costruya en terrenos inundables y tomar medidas en las construciones que ya están en lugares pelligrosos… mucho trabajo, , en particular teniendo en cuenta que las zonas más vulnerables son las de montaña, esa abandonada area rural sin grandes núcleos urbanos, que tan poco preocupa en Madrid.
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