Para evitar «ataques» de los perros pastores las normas son claras: respetarlos, alejarse, continuar con calma el camino y dejarlos seguir con su labor
Cada lugar tiene su normas y es preciso adentrase en él conociéndolas y respetándolas. Por el contrario, la ignorancia urbanita de quienes confunden la montaña con un parque de atracciones genera todos los años situaciones entre cómicas y dañinas que dificultan notablemente la vida de la gente de los pueblos. Ya no se trata solo de la ocasional falta de higiene de algún excursionista, confundir un camino de montaña con la Gran Via puede dar lugar a comportamientos poco adecuados y a veces peligrosos.
El año pasado un turista bajaba de la montaña con un burro, llevando el animal a la comisaría, alegando que «estaba abandonado, atado a un árbol». Unos padres exigen «daños y perjuicios» por la caida que sufriera su chiquillo por «culpa» de una vaca que no un quiso estarse quieta mientras mangaban a su retoño a lomos para sacar una foto. Los dueños de perros sueltos por la montaña o por los pueblos deben ir a recogerlos a la perrera cada poco y la importantísima labor de los perros mastines se ve habitualmente estorbada por la ignorancia de quienes quieren rescatarlo, tocarlo, jugar con ellos o sacarse una foto.
Por ello, los pastores piden que se pongan señales en las que se indique que no acerquen a los perros «no están abandonados, no son un juguete, no son un decorado turístico, son perros y están trabajando». Recuerdan a los visitantes que el mastín fija un perímetro de seguridad en torno a los animales que cuida y que lo hace ladrando para avisar si te acercas más de la cuenta; en ese caso, mantener la calma y alejarse tranquilamente, dando un rodeo de unos 20 m, no seguir acercándose, no gritar, no correr ni hacer ademanes: para el perro esas serán señales de peligro. Si se va en bicicleta es recomendable bajarse y hacer este tramo a pie si se lleva perro, se ata. Con el propósito de frenar denuncias ridículas, los pastoras informan de que los collares de pinchos defienden al perro de los mordiscos de los lobos, no son maltrato animal. Para terminar, y aunque parezca una obviedad, quien encuentre un cabrito, un cordero, un cachorro o un perro adulto por la montaña no se lo puede llevar a casa: constituye un delito de robo, por muy gracioso y bonito que sea el animal.
Llucía F. Marqués
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