Entrevistamos a Ana Fernández, de Andecha Astur, tras su participación como representante de Asturies en la delegación internacional de la Diada, una experiencia que ha compartido con flamanes, quebequianos, vascos, bretones, gallegos y otros representantes de naciones sin estado
«La represión que en Asturies tenemos interiorizada y asumida como normal es difícil de entender desde otras naciones.»
Esta la es primera vez que estás presente en la Diada y en los actos de los días anteriores ¿Qué ha sido lo que más te ha impresionado?
Hubo dos momentos. Uno de ellos, cuando en los acercábamos con la ofrenda floral a Rafael Casanova y desde fuera de la cellebración empezó a sonar el himno de España a todo volumen, una evidente provocación que buscaba la bronca. Los compañeros vascos y yo nos miramos en tensión, pero los catalanes ni se inmutaron; como mucho subieron el volumen mientras cantaban “Els Segadors”. Preguntados por su reacción (o mejor, por su falta de ella) respondieron nada más que “gente sin educación y cultura la hay en todos los lados”. Había un desprecio absoluto en su indiferencia.
El otro fue un momento de honda emoción, al inicio del acto institucional -que tuvo que ser retrasado del primer día al último por la lluvia- cuando, tras el solemne izado de la bandera, empezó a sonar la frase del poeta Joan Brossa, “la gent nun s’ adona del poder que té” -la gente no sabe el poder que tiene-. Estremecía la fuerza que transmitía.
¿Dirias entonces que ese ha sido el mensaje central de la Diada?
Uno de ellos, si, pero no el único. El primero ha sido “no hay lugar para traidores”, escenificado en la historia de la Fosa de las Moreuras. Después, como un mensaje constante, la resistencia del pueblo frente a la opresión y la esperanza en la libertad… de hecho lo que ellos celebran en la Diada es el último momento en que fueron libres, recordando que esto que viven ahora no es su estado natural y que recuperarán la libertad. Y por supuesto, “tornarem”, el mensaje repetido miles de veces pidiendo el regreso de los presos y los exiliados.
En algunos medios españoles se destacaba la“crispación” y “tensión” que se vive en Catalunya… ¿detectaste ese sentimiento en las calles?
Todo lo contrario. El ambiente era festivo, acojedor, cargado de fuerza, eso si, pero sin una pizca de violencia ni “crispación”. Tienen claro que será un proceso largo, pero que ganarán y recuperarán su independencia, saben que son la gran mayoría del pueblo catalán y están dispuestos a recorrer el camino sin prisa, pero sin dar un paso atrás.
Otra cuestión en la que está claro que mienten los medios españoles es el número de personas. No se podía mover uno, no había para donde ir, no había espacio, de hecho no ha sido una manifestación sino una macroconcentración: no se pudo avanzar. Allí había, de largo, más de un millón de personas.
¿Cómo se ve Asturies y su situación desde Catalunya?
Hay un profundo desconocimiento, igual que a nosotros nos venden una imagen distorsionada de Catalunya, a ellos se les vende una imagen distorsionada de Asturies. Además, las realidades son tan diferentes que les cuesta hacerse una idea. Cuestiones como el silenciamiento constante por parte de los medios de comunicación, cuando ellos los tienen de su parte, la represión lingüística o el boicot de las autoridades a cualisquier cuestión que huela a identidad asturiana, el desconocimiento de la historia por parte de la población y el silencio istitucional, la extinción sistemática, la emigración fozada, la represión lingüística… todo ello son cuestiones que se les hacen increíbles desde su punto de vista. La represión que en Asturies tenemos interiorizada y asumida como normal es difícil de entender desde otras naciones.
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