Con la no aplicación de los proyectos de reactivación de las cuencas mineras y los 98 millones de euros prometidos en mayo sin invertirse culmina el proceso de desmantelamiento de dos de los focos económicos e historicamente reivindicativos de Asturies
En mayo, a pocos días de las elecciones, las promesas renovadas aseguraban 98 millones para el Nalón y el Caudal, con los que se pondrían en marcha -con palpable retraso- los proyectos del plan 2013-2018, de los que cuarenta se desarrollarían en diez concejos de la cuenca minera asturiana, con lo que el consejero de industria afirmaba “haber hecho un esfuerzo para mitigar el cierre minero”.
El hecho es que, a un año de la implantación por la fuerza de la renombrada “descarbonización”, con los puertos colmados de carbón extranjero y la contaminación del aire manteniendo el nivel de alerta constante, ni se ha frenado la polución que valió de disculpa para cerrar las minas ni se han puesto en marcha los planes de reactivación prometidos; los anunciados proyectos de restauración ambiental, que repararían los daños de la minería y darian empleo, no se han iniciado, ni siquiera se han puesto en marcha los proyectos para generar tejido económico alternativo incluidos en el acuerdo marco 2013.2018.
La transición energética -lo mismo que el resto las “reconversiones”- ha resultado ser una transición a la nada. Los trabajadores que no un se han acogido al pan para hoy y hambre para mañana que implican las prejubilaciones y las bajas voluntarias están acabando el paro y las cuencas son un yermo laboral en el que a duras penas sobrevive alguna empresa ganadera. El resto van cerrando poco a poco, faltos del motor económico de la minería. Mientras tanto el presidente, Barbón, que antes de las elecciones había prometido a los trabajadores una reunión para estudiar su situación, ni esta, ni se le espera.
Llucía F. Marqués
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