No tendré más remedio que hablar del coronavirus si quiero captar la atención de las masas. Os lo adelanto, no tengo información privilegiada, pero el tema está dando de si y su intrahestoria da para un retrato social sin desperdicio
Para empezar cambiaré mentalmente el nombre a «covid-19»; es que lo de «coronavirus» pone el chiste republicano demasiado a huevo y en un se si el tema es como para tomarselo a coña.
El caso es que ayer me llega el crio de clase con una nota: llevar al colegio una caja de pañuelos de papel y, a poder ser, un frasco de desinfectante hidroalcohólico. No se si intentasteis comprar desinfectante estos días, pero os aviso, es misión imposible. Inocente de mí, no estaba bien informada, así que hice el recorrido completo por los supermercados del barrio, incluyendo una visita a los chinos que me resultó de alguna manera paradójica.
En el último centro comercial una reponedora, especializada puntualmente en recolocar montañas de papel higiénico al mismo ritmo que se las llevaban (inciso ¿el covid da con diarrea? no lo tengo claro) se ha compadecido de mi despiste y me ha recomendado abandonar.
En la farmacia me han llamado a un aparte en voz baja y con mirada sospechosa, ofreciéndome apuntarme a la lista de reserva «en cuanto la llegue mercancía te llamamos por teléfono y reservámos durante dos horas»; oferta para gente de confianza, no os hagais ilusiones.
El niño no quería ir a clase sin su material escolar, así que he sido a internet, que es donde hay solución para todas estas cosas, y me he tragado unos cuantos videos de cómo fabricar desinfectante hidroalcoólico en casa. A lo mejor podía aprovechar la ocasión y fabricar para el mercado negro; pero no, es imprescindible el alcohol y tampoco hay alcohol a la venta. He Pensado si hacerlo con aguardiente, pero no me ha parecido politicamente correcto. También traté de apelar a la solidaridad inter mater, pero el resto las mamás estaban como yo.
Por la mañana he llevado al chiquillo con una nota para clase» imposible conseguir desinfectante, desabastecimiento generalizado». Y ahí estaba la profesora, atendiendo la fila apegada a la pared como si los colegiales fuesen zombies, fuertemente abrazada a una botella de litro de desinfectante. Incapaz de interpretar el lenguaje corporal de la docente, una niña de trenzas se ha acercado a ella a saltitos -generando un reflejo protector de taparse la cara con el pañuelo, por supuesto, de papel- «que bien, profe, nos has traido tú el desinfectante». La hilera de niños hipocondrizados ha respirado todos a una.
Pero no.
El desinfectante es de utilización privada para los maestros. No hay suficiente para los colegiales.
Mañana os lo cuento lo de las estraescolares.
Llucía F. Marqués
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