Es un orgullo y una satisfacción hacer recuento de «asturines» y estanqueras en mi calle. Diga lo que diga el Sr. Canteli en esta pequeña calle de este barrio obrero de Xixón, la bandera del Reino de España tiene poco que hacer

Después del llamado del alcalde de Uviéu a poner estanqueras en las ventanas y balcones salgo a hacer compra. La hago en las tiendas pequeñas del barrio, procuro esquivar supermercados y centros comerciales porque aún me funciona la memoria y no hace tanto que estaban su empleadas denunciando su precariedad laboral. Así que encamino hacia la frutería; tengo suerte, tengo todas las tiendas que preciso a dos calles.

Camino despistada,  creo que nos pasa a todos, como con cierta prisa y pasmo, especie rara enguantada entre paseantes de perro. Voy pensando en Canteli, en su puñetera obsesión españolista megalómana, y miro para arriba. No hay banderas de España. Hay cintas azules y amarillas de ventana a ventana, que se pusieron el día de la espicha, y banderas de Asturies.

Muchas banderas de Asturies. Cuento 17 y una bandera del Sporting solo en mi calle, otras 5 en el breve trayecto de esta a la frutería. No soy capaz de sacar foto a todas -el móvil es una patata y la gente me mira raro- pero unas cuantas, la mia incluida, si que podeis verlas.

Tampoco presumiré más de lo necesario, cuando lo del fútbol sí que las hubo, pero esto es distinto. Tampoco presumiré de ciudad, quiero creer que hay banderas de Asturies fuera de Xixón, fuera del Natahoyo, una marea azul de amor propio. Nada más os digo esto, en lo que a nosotros respecta, Canteli cero, asturines 17. Las conclusiones que las saque cada uno.

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