Después de estrenar su estilo parche de asfalto en el Tránsito de las Ballenas, el Ayuntamiento de Xixón tiene previsto «arreglar» el adoquinado del Camín a la Fontica, de la calle Sebastián Miranda y la entrada a Cimavilla por el Campu Valdés, lo que hace temer agravios mayores en el más emblemático de los barrios gijoneses
Mientras en las ciudades europeas ponen todo su esfuerzo en mantener su señas de identidad arquitectónicas, incluyendo su pavimento original, o incluso se ponen empedrados donde jamás los hubo, porque queda bonito y da carácter, en Xixón alquitranan una de las cuestas más míticas de su barrio más emblemático. Una cuesta que une la mar con las casas de los pescadores, por donde se subían las ballenas en la época en la que aún había ballenas que subir, un bar de los más antiguos y auténticos, una historia, una identidad… parece que los nuestros gobernantes son especialistas en borrar el pasado y deshacerse de cualquier rescoldo de nuestras señas.
Cimavilla pierde con este destrozo parte su identidad, y con ella Xixón entero. Incluso dejando a un lado la cuestión estética e identitaria, si se considera desde un punto de vista estrictamente económico, en una ciudad que se quiere vender cómo turística, el adoquinado de la Cuesta las Ballenas con su historia mítica de pescadores y cetáceos tenía una relevancia importante. A la ciudadanía se les escapa el porqué de esta actuación urbanística, que tratan de justificar oficialmente por el mal estado de los adoquines y la necesidad de facilitar el paso de coches, cuando es evidente que los adoquines pueden arreglarse, que no es tan difícil mantenerlos en buen estado y que si se hacen bien las cosas incluso pueden circular coches por encima -cómo se hace en tantas otras ciudades en las que se cuida el patrimonio-.
Sobre los hombros de los playos pende otra amenaza: después del Tránsito está previsto poner en marcha actuaciones asemejadas en varias de las calles de Cimavilla. Para echarse a temblar.
Llucía F. Marqués
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