Cuando ya empezaba a perderse en la memoria la mítica sentencia “la emigración de la juventud es una leyenda urbana” que hizo famosa el presidentísimo Vicente Álvarez Areces, su digno sucesor, el también presidente sociolisto Adrián Barbón, acuña otra frase con al menos tanta coña comu la primera:
“Parece que las alas de Asturies están abandonadas, pero es todo lo contrario”
Ahí, con un par; y tiene el hígado de soltalo en L.luarca, que una no sabe porque no le llueven huevazos más a menudo a este hombre. No le ha faltado más que ir a decirlo al pie del desprendimiento que incomunica el suroccidente, a la casa de los chiquillos sin transporte escolar o a las puertas del hospital de Jarrio, ya puestos.
No, hombre, abandonadas no. Olvidadas quizás. Aisladas, ninguneadas, desatendidas, machacadas… pero abandonadas no están. De hecho están aplicándose en ellas políticas bien planificadas, a décadas vista, encaminadas a un fin mayor -que no mejor-, el de deshabitarlas completamente. El propósito es convertirlas -convertir el 70% de Asturies- en uno gran desierto verde, aglomerando la población en la renombrada “Área Central Metropolitana”, donde es más económico prestar servicios y más sencillo controlar a la población. De paso acabamos con las comunidades qué más mantienen la identidad y cultura asturianas y rematamos formas de vida que plantan raíces siglos atrás. Así, con un hábil movimiento de dedo, acabamos con otro pegollo del país, “globalizamos” Asturies y ahorramos en presupuestos, para que los camaradas de la red clientelar política tengan más a repartir.
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