Los datos oficiales recogen una caída de casi el 70% en el número de animales que cuidan los ganaderos asturianos, incluso si para echar la cuenta se suman las cabras y ovejas correspondientes a la ampliación de territorio del Parque a las Peñamelleras, en los años 2006 y 2015.
De no un tomarse medidas de inmediato, estaríamos asistiendo a la extinción de una cultura y unas costumbres perfiladas durante siglos por nuestras montañas, quizás la más puramente asturiana que aún se mantiene viva.
Una de las opciones barajadas cómo salida a esta situación es el que la legislación obligue a que las denominaciones de origen de los quesos asturianos utilicen exclusivamente leche ordeñada en su zona -actualmente es habitual la importación de leche de cabra francesa para su elaboración- al tiempo que se promociona el consumo de estos quesos. Para con ello deberían crearse canales efectivos de venta y enfrentar cuestiones cómo las malas comunicaciones (físicas y de red), la baja rentabilidad de la ganadería, la desprotección ante la carne forastera, -criado en masa, con la que es imposible competir en mercado-, el exceso de burocratización y la lucha continua por el espacio con el turismo invasivo.
Llucía F. Marqués
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