El artículo, sembrado de mentiras y verdades a medias, que fue publicado recientemente por el periódico «El Mundo» dibuja en tono claramente despectivo un concejo mafioso e ignorante
Bimenes lleva décadas siendo el blanco preferido de los españoles muy españoles, dentro de Asturies. Más concretamente, desde que en el 1997 declararan la oficialidad y no dieran marcha atrás. No hay como ser congruente y defender los propios derechos para que aquellos que odian cualquier libertad se te tiren al cuello.
Que le pregunten sino a Aitor García, que ya sufrió en sus carnes este tipo de ataque más de una vez -recordemos la polémica de la banderita estanquera-. En esta ocasión cargan tintas contra los yerbatos aprovechando -o precisamente tratando de calentar- el mal llamado conflicto lingüístico, en el que los asturianos, yerbatos incluidos, tratan de conseguir para sí un derecho fundamental, el de utilizar la propia lengua.
Aitor ya había dado aviso de que los periodistas de este medio andaban por Bimenes a la caza de declaraciones «Intentando entrevistar gente para seguir metiendo guerra con el tema del Asturianu y de la oficialidá. Recordar que la última vez que estuvieron aquí, se inventaron hasta el nombre del río de Bimenes. Por supuesto, les he invitado muy amablemente a abandonar el ayuntamiento».
Aún así, encontraron personas a las que preguntar y cuyos testimonios enrevesar lo más posible. Sin embargo, no consiguieron a nadie que hablara en contra de la oficialidad, así que se tuvieron que ir a buscar al diputado del PP en la Junta General del Principado, alegando que «conoce bien la zona porque fue alcalde de Villaviciosa, a 30 km» y dedica dos largas columnas a una extensa colección de falacias, contrarias a todo lo aceptado por la comunidad lingüista internacional vertidas por un catedrático de la Real Academia Española, que tuvo el honor de nacer en Bimenes, en el año 48.
Aitor ha acusado al periódico de mentir, enfrentar a la gente y buscar polémica donde no la hay para beneficio de sus intereses y los de sus protegidos. «No cuentan ni media verdad».
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