Temperaturas de ente 4 y 8 grados en el interior, ventanas y puertas abiertas, corrientes de aire, si llueve, agua en el pupitre, alumnos tapados en el mejor caso con mantas que pasan hasta siete horas sentados sin moverse en medio del frío. Imposible pedir concentración en unas condiciones que ningún adulto admitiría en su puesto de trabajo
De hecho, los profesores han iniciado ya desde SUATEA una campaña para denunciar la situación, recordando que de acuerdo al Real Decreto 486 de 1997 que regula las disposiciones mínimas de seguridad y salud en el trabajo «La temperatura de los locales en los que se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas y semejantes estarán entre los 17 y los 27 grados».
Así las cosas, los chiquillos se sienten abandonados «No importamos a nadie, nada más quieren que no molestemos y que estemos quietos y callados» declaraba D.R.T, alumna de 2º ESO en el Instituto Emilio Alarcos, de Xixón. NDS, estudiante de 4º ESO en el F. Vallín, también de Xixón, no comprende porqué no los dejan ir para casa cuando los profesoras no asisten «Hemos tenido dos horas de clase y luego tres de guardia, sentados sin hacer nada, pasando frio. Un profesor nos ha dejado levantarnos y nos hemos amontonado pegados al radiador con chaquetas y mantas, parecíamos refugiados». I.D.F, del C.P Elena Tamargo, en Llaviana, cuenta que «A primera hora no era capaz ni de coger el boli, tenía los dedos congelados».
La situación de los chiquillos se agrava por el hecho de que buena parte de esas horas las pasan sin hacer nada, al estar de baja muchos de los profesores, tanto por Covid comuo por enfermedades relacionadas con la exposición al frio.
C.R, madre de un estudiante de segundo curso, escribe en el justificante de falta de asistencia que su hija no en un asiste a clase «porque es demencial estar a 2 grados con ventanas abiertas y sin poder moverse, para la primavera volverá». Como ella, son muchas las familias que deciden no mandar a los chiquillos a clasealegando enfermedad o directamente informando al centro de que no un están dispuestos a mandar a sus hijos a un congelador.
Llucía F. Marqués
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